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viernes, 19 de febrero de 2010

Otro viernes

Las cosas siguen como están y parece que lo único que se espera que arregle el panorama nacional es esa panacea universal; el tiempo. Este pasa inexorable y a su paso todo se modifica, nada permanece igual, quizás por eso, el inefable señor que dice que nos gobierna, ha decidido que ese es su mejor aliado, que cuando el tiempo pase todo se arreglará y podrá decir que ha sido gracias a él y a su clarividencia. Mientras tanto, en vez de ese pacto de estado del que hablaba antes, ha montado otro chiringuito de esos que le gustan. En vez de hablar y ponerse de acuerdo, ningunea al otro partido de gran tamaño, que no olvidemos representa a varios millones de españoles y asimilados y vuelve a montar un zoco para, a cambio de pasta gansa, ir comprando los votos que le vayan haciendo falta en cada momento para lavar la cara al proceso. Bien, esto es lo que hay, a aguantarse y a pedir que suceda eso en lo que nadie dice creer, un milagro. Yo, lo voy a dejar estar para no entristecerme.

Por otra parte los periódicos que reparten por la calle, dicen que los universitarios de Málaga prueban el porro a los 14 años y la coca más o menos a los 18. Bien, esto es el resultado de la progresía circulante y de la propaganda ramplona que, entre otros, han hecho los artistas reglamentarios, los que han ido enarbolando las virtudes del porrito y la creatividad del polvo blanco. Una de las mayores falacias que se acostumbran a oír en las tertulias de los pseudo intelectuales del momento, algunos (muchos) con cargo político o al menos de responsabilidad, está implícita en esa pregunta tan mona y presuntamente “cachonda” de; “¿quién no se ha liado un porrito alguna vez? Esto así dicho y por gente de más o menos mi edad, queda muy moderno y muy de intelectualidad militante, pero entre otras cosas es una solemne mentira. Para empezar, yo, y conmigo muchos, casi todos, de mis colegas y amigos de esos que yo llamo ya atemporales, nunca hemos necesitado fumarnos, inyectarnos u olisquear nada de eso para pasarlo pipa. Por eso, cuando los sabinas de turno hablan de lo bien que lo han pasado sus narices, me da la impresión de que sus aspiraciones eran solo esas, las de meterse cosas por todos lados y orificios, sin mirar la calidad de lo metido ni la delicadeza del receptáculo. Allá ellos, eso sí, casi todos estos adoradores del cuelgue, no quieren ser conscientes de que aparte de unos pocos a los que su tribu “progre” protege con subvenciones y galas bien pagadas, la gran mayoría de sus seguidores termina por los rincones con la jeringuilla colgando. ¿Que los universitarios se chutan? Normal, si todavía sigue haciendo gracia que el señor Tierno dijera aquello de la necesidad de la libertad del emporre. Era un señor mayor muy listo y jaranero, y los nenes le están haciendo caso. De lo de los fracasos escolares y sociales, mejor no hablar… para eso ya se buscará, o bien un culpable, o mejor, una estadística adecuada que demuestre lo contrario.

Dejando estas cosas, ayer fue (para mí) un día aprovechado. Al mediodía, fuí a la presentación del cartel del intermitente periódico en el que colaboro, Frente a la Tribuna. El acto en sí es uno más de los de estos tiempos, con la particularidad de no tener adscripción a ninguna cofradía ni estamento organizado, por lo que es uno de los pocos sitios en los que un independiente irreductible como el que suscribe, puede estar. Lo mejor del acto, aparte de las personas, fue la obra de don Rodrigo Vivar, una pintura al óleo muy de su estilo. Rodrigo, al que me permito apear del don por considerarlo un buen amigo, tiene una difícil virtud al pintar. Consigue que las pequeñas cosas, los detalles casi domésticos del día a día, tomen categoría de importantes. Toma una estampa que, posiblemente vista al natural, podría llamarnos poco la atención y tras pasar por el filtro de su pincelada alegre y suelta, pase a ser algo digno de verse. Cómo la composición, el color y la forma las domina con la difícil facilidad del que hace lo que le gusta y además sabe hacerlo bien, poco más que decir. Me parece uno de los carteles que mejor retrata la Semana Santa de Málaga, la de la calle y el nazareno familiar, y eso es mucho. Cuando tenga una foto, la pondré aquí.

Por la tarde, para redondear, concierto en el María Cristina, bueno, muy bueno. La Camerata de Moravia con el solista de violín Iván Zenaty, nos hizo disfrutar a los presentes. A ver que tal se da esta tarde el programa de la OFM en el Cervantes. Con eso, el fin de semana seguirá bien encaminado.

Hasta mañana.

Pepeprado

P.S.- Quien tenga un leve interés por ver lo que escribo o pinto, que pinche en los links de Frente a la Tribuna y de Ruta Cofrade, ahí está lo último de este humilde destripateclados.

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