Otra vez lunes y
otra vez frio. Este año es raro, raro, raro… por primera vez en décadas, los
abrigos están en primera línea y los impermeables cogen polvo en las perchas.
Ya mismo empezaran a dar la vara con el contenido de los embalses.
A lo que vamos,
al fin de semana…
El sábado estuve con
los colegas del Foro en la tercera Jornada de ídem en la que se habló de Iglesia
y Cofradías. El acto estuvo bien, la hospitalidad del hermanom Jorge y su
Málaga palacio cómo siempre, estupenda, los ponentes estuvieron acertados y
honrados en sus exposiciones, con ideas claras y un cierto carácter de
autocrítica que resultó un poco sorprendente., ya que ambos estamentos, no se
distinguen por aceptar que la razón nunca es total ni plana, casi siempre es
difusa, complicada de saber y difícil de aceptar y los “ayudantes” y el
moderador, bien y respetuosos con el acto. Como esto es para consumo de aficionados,
dejemos su contenido para las reseñas periodísticas, y hablemos del acto en sí.
En él, lo que ya
no estuvo tan bien, fue el capítulo de preguntas. Los españoles de estos
tiempos parece tenemos un problema de falta de comprensión de los términos. El
vocablo “pregunta”, como sustantivo, significa que se está o se procede a efectuar
una petición en demanda de información,
aclaración o ampliación de lo dicho por alguien o de lo expresado en algún documento
o actuación. Es por tanto, simplemente una interrogación, simple y pura.
Pues no, aquí hay bastante personal que entiende que
preguntar es largar una contraponencia, una argumentación y un exposición personal,
en la que la enumeración de los propios puntos de vista, siempre trufados de como
es natural, abundan los elementos de auto bombo, para dejar claro la sabiduría del
presunto inquisidor, que en realidad actúa como estrella son lo importante, e intenta
dar la razón al poeta cuando decía aquello de querer ser, ser el niño en el
bautizo, el novio en la boda, el muerto en el entierro.
No consigo comprender esta necesidad de autoconvencerse de
lo listos que son algunos, ni consigo saber cuál es la cantidad de incienso que
necesitan para estar satisfechos.
Cuando se invita a alguien a una de estas cosas, se supone
que el interés está en saber la opinión de los invitados, y que las preguntas
deben ser sólo el medio para aumentar ese conocimiento sobre sus ideas, y nunca
hay que usurpar el protagonismo para engordar el propio ego, especialmente
cuando ya hay quien a esos egos les dan una coba importante. Cómo norma básica,
la pregunta debe ser de menor amplitud que la respuesta.
Por lo demás, ayer en los Goya, en esos que no iban a hacer
ni hablar de política, me dicen convirtieron la gala en una exaltación del ex juez
mártir. A eso se le llama cumplir lo prometido.
Hasta mañana.
Pepeprado
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