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lunes, 3 de enero de 2011

Ahumados

Se está hablando mucho y  comentando sobre esta nueva campaña antitabaco, y no es verdad, no es antitabaco, lo que ha salido es una ley que sirve para perseguir, no al tabaco, que sigue produciéndole impuestos al gobierno, sino para perseguir a los ciudadanos que fuman.
Antes de seguir, aclarar que yo no fumo, pero simplemente por        que no puedo. El haber dejado de fumar por motivos de salud, no me ha convertido en talibán antitabaco, más bien me considero un fumador en excedencia involuntaria. Esto lo digo para distinguirme de esos que hasta hace poco fumaban como cavadores y que al día siguiente de dejar el tabaco se reciclan en intransigentes ultramontanos y son a los que más les molesta el humo, más despotrican contra su prójimo y más enarbolan la bandera de los derechos pisoteados.
Mientras escribo esto, estoy escuchando en la radio comentarios y opiniones sobre el tema y hay una tónica generalizada; se muestran más comprensivos los fumadores, que los antitabaco. Esto va a causar ronchas, pero en realidad es casi normal, porque por norma, todo lo se haga por un “anti-motivo”, siempre es más furibundo y menos dialogante. Las discusiones a favor de algo siempre serán más comprensivas que las que son en contra de algo.
Esta es una nueva ley (otra) restrictiva de las que últimamente se sacan en este país. Hemos pasado a un extremo de la balanza en cuestión prohibicionistas, pero eso sí, en prohibiciones selectivas. Acaban de contar en la radio, que este pasado año, un departamento de la Generalitat de Cataluña, emitió un panfleto explicando cómo liar un porro y las virtudes de este, aunque eso sí, recomendando no hacerlo donde hubiera un policía cerca. Esto, que me parce perfectamente creíble está dentro de esa falsedad e hipocresía gubernamental de prohibirle cosas a los ciudadanos honrados y controlados, para hacerlos todavía más controlables y usarlos como víctimas de un chantaje, mientras se hace (cómo mínimo) la vista gorda ante los que hacen lo que directamente les sale de los cataplines. ¿Por qué? Quizás porque los que fuman, recapacitan mientras echan un cigarrito, sobre cuál va a ser su voto, y los que se emporran son votantes fieles. Es posible que por ahí vayan los tiros.
Aparte esta polémica, el país anda entretenido con el ataque de soberbia del señor Álvarez Cascos, que parece entró en trance y despertó sintiéndose iluminado para dirigir el país y otras altas tareas. Esta lucha intestina, muy propia del PP, es otra más de esos nerviosismos que entran ante la vista de la meta final. Hay que recordar que este señor, mientras el PP estaba en el hoyo electoral no ha dicho ni pío, y es ahora, cuando las encuestas se les ponen favorables, cuando ha sacado el banderín de enganche para sus deseos.
Esto de que sea el propio PP el que se dinamite desde dentro es algo ya acostumbrado, contra lo que pasa en el bando contrario, que al que chista le cortan el pelo a la altura de la nuez, pero a estas alturas ya deberían estar empezando a aprender.
Con esto, lo que sí está claro es que los ciudadanos que nos obligamos a pensar el voto y no nos dejamos llevar por obediencias debidas ni por subvenciones recibidas, lo tenemos fatal. Con esta tropa, lo mejor sería poder votar al primer ministro finés, o, mejor… a la señora Merkel.
Hasta mañana.
Pepeprado

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