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lunes, 7 de marzo de 2011

Lunes de normalidad

Efectivamente y cómo me temía, que para algo uno ya es viejo, el sábado fue larguiiiiiiiiisiiiiiiiiiiimo y el domingo estaba hecho trizas. Las únicas fuerzas restantes las empleamos parta ver hijos, hijas y nieta (Clarita está de guapa a reventar) y el resto de la tarde, estuve en trance, así que de escribir ni me lo pude plantear.
Esta mañana me he reincorporado a la vida hispánica, y ya, al oír la radio a las 6 y ½ de la mañana, me he dado cuenta que no tenemos arreglo, que todo sigue igual, así que es mejor dejarlo.
El final del viaje fue eso, largo, pero tranquilo. Todos los horarios se fueron cumpliendo. No hubo ningún retraso ni incidencia, el vuelo con El Al volvió a ser magnifico, con asientos donde te puedes mover y la bandeja no se te clava en el esternón, donde además te siguen dando un aperitivo y después una comida con plato a elegir, es decir, algo parecido a lo que antes era viajar en avión. En ese sentido me sentí transportado a una época pasada.
La llegada fue perfecta y al conseguir llegar al centro, lo que no es fácil, me encontré con el Carnaval, que aun continuaba a la mañana siguiente, pero que a mí, tal y cómo venia, es decir hecho canela, ni los oía, ni los escuchaba ni los notaba. Tras regularizar la dieta, con una pasada por el Mesón la Aldea para comer cosas prohibidas, con su GT correspondiente, la planchada de orejas fue majestuosa.
El domingo, ya lo dije, no me encontraba con fuerzas para reencontrarme con la realidad, así que dejé todo para hoy, cuando he empezado a hacer llamadas y resolver chorraditas. Y en eso estoy.
Del final del viaje, intentaré hacer una reflexión pausada, cuando ponga en orden ideas y fotos, pero eso tiene que ser más meditado para que sirva de algo.
Para cerrar las crónicas pongo una de las últimas imágenes, ya en pleno Shabbat, otra en el avión y finalmente la del folklórico recibimiento.
Con eso…
Hasta mañana.
Pepeprado

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