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jueves, 28 de agosto de 2014

Recuerdos

No sé, pero hay días que al mirar las noticias se te quitan las ganas de escribir e incluso de pensar. Hoy, en uno de los periodicos que hojeo, así, pasando páginas casi sin leerlas, he visto la noticia de unos indios, o pakistanies, qué más da, que enterraron viva a su sobrina tras estrangularla, simplemente por ser niña. La pobre chica que estaba mal estrangulada, despertó y se auto deseterró. Para mayor inri, dice la noticia que esto, por allí, es muy normal. ¡Toma ya!
Ante noticias de estas, te quedas planchado. Despues, la gran noticia de que los delincuentes de guante blanco y cuenta en paraisos extranjeros compartan celda y parchís, es simplemente una bobada y un recordatorio de que aquí, eso de qué, "el que la hace la paga" es sólo un chiste.
Por eso, mejor recordar cosas antiguas. Una de ellas me la ha traido el fallecimiento de Peret. Es curioso, recuerdas muchas canciones y personas, pero es raro recordar cuando oiste una canción o a un intérprete por primera vez. Y a mí, con el rumbero me pasa eso, me acuerdo perfectamente de cuando lo oí por primera vez.
Fué una tarde noche de principios de verano, aun fresquita y agradable, en el quiosco de bebidas que habia en la plaza de la Merced, Ponian música de un picú de los antiguos, de aquellos Philips que eran hijos únicos en el mercado nacional, y donde llevamos a un amigo a oir una cosa nueva, la Noche del Hawaiano. Lo habiamos llevado para gastarle un bromazo, dejarlo solo con la cuenta por pagar, sabiendo que no llevaba encima ni una peseta.
Lo dejamos con una cuenta de aproximadamente 9 o 10 pesetas, y el hombre antes de confesarle vergonzosamente al camarero que estab listo, se escuchó 8 0 10 veces al hawaiano, esperando a ver si volviamos. Eran otros tiempos, el camarero, que olió el bromazo, lo dejó ir con la cabeza gacha y una mala leche contra los que lo habiamos dejado empantanados digna de un museo.
Cuando se fue, dejamos nuestro regfugio en otro bar cercano, desde donde veiamos sus apuros y le adivinábamos decir al tasquero, "¿puede Vd ponerla otra vez?, es que me guata mucho", y volvímos a pagar la cuenta, fué el camarero el que nos leyó la cartilla a los bromistas, "por el mal rato que le habiamos hecho pasar a nuestro amigo".
Eran otros tiempos, donde la honradez se daba por supuesto y donde irte sin pagar de un sitio, ni te lo planteabas. Tambien tiempos de camareros muy profesionales que eran verdaderos águilas en su profesión, doctorados en bromas y en psicologia urbana, que se olian las tostadas con una mirada. En fin, por estas razones, la noche que el Hawaiano le dijo a su Lola lo que quisiera decirle, pero se lo dijo diez veces seguidas, nos dejó a Peret cómo de la familia, así que le voy a echar de menos, aunque sea por ese recuerdo.
Con esta nota melancólica y rememorativa, lo voy a dejar hoy. No  quiero leer más noticias infames, perfiero mis recuerdos  en papel sepia..
Hasta mañana.
Pepeprado

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