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miércoles, 26 de marzo de 2008

Ya miércoles


Está pasando la semana y parece que la normalidad sigue instalada. Tras estos meses de aberración electoral, seguidos de una SS intranquila y climatológicamente complicada, se agradece esta normalidad, a la que por cierto he notado que se han reincorporado (se agradece) algunos lectores habituales de esta cosa diaria que me impuse hacer para mantener un mínimo nivel de conexión con la vida ciudadana “común”.

Al echar ese vistazo habitual a las cosas que han pasado y que accedieron a la efímera notoriedad de aparecer en los media, encuentro cosas que ya por repetidas parecen normales aunque no lo son. Parricidas, matricidas, niñicidas, pederastas y demás fauna, campan a sus anchas, protegidos por nuestro respeto a las leyes, aunque sean leyes que no nos gustan.

Dentro de esas noticias que todavía te llegan a sorprender está la de Cádiz; “Enfermeras de una clínica de Cádiz perciben 30 euros menos en su nómina por usar pantalones”. Aclaro, lo que me sorprende no es el asunto de la controversia falda o pantalón. Tal y como están los tiempos, ambas prendas no estorban para lo que se quiera hacer si hay voluntad de hacerlo, sea lo que sea lo que se quiera hacer; laboral y noble o privado y gustoso. Lo que me sorprende es que haya habido algun (o alguna) dirigente que le haya echado valor a decidir eso sabiendo la que le iba a caer. Demuestra que perviven los kamikazes.

Hay también una noticia de las de caerse de espaldas; “Un británico que ganó la lotería vuelve a trabajar a un McDonald por añoranza”. Esto clama al cielo. Demuestra varias cosas; aparte de demostrar la altura intelectual del ciudadano británico, que me parece equivalente a la de una babucha marroquí, es la prueba inequívoca de que la vida puede llegar a ser injusta. Darle pasta (un montón de pasta) a este berenjena, es una forma injusta de tirar el dinero, cuando o bien hay cantidad de personas que lo necesitan o en otro caso, como por ejemplo el mío, aunque no lo necesitemos perentoriamente, le daría un uso más noble y agradecido, prometiendo que lo repartiría en forma de inversiones en cosas más humanas: jamón, viajes, libros, cacharros para fotos, etc... con lo que colaboraría con las industrias pertinentes. Encima el tío cenutrio se va a trabajar a ¡un MacDonald! Como si no hubieran tascas, mesones, restaurantes y chiringuitos donde la simple contemplación de los productos es ya un gustazo. Debería haber una ley que castigara a tipos como este.

Más cercano, en Málaga, hay una noticia con su aquél; “En 2007 se interceptaron casi 12.000 kilos de inmaduros”. 12.000 kilos son muchos kilos. Lo extraño es que quede un jurel para el año que viene. Lo que no tengo claro es que sigue después de pillar esto. No me parece que cargar las tintas sobre un pescador de esos que cogen uno o dos kilos para poder vivir sea la solución. Para pescar doce mil kilos hay que poner infraestructura y organización, la pregunta es; ¿a esos se les castiga? A los “grandes pescadores”; ¿qué se les hace? Me gustaría saberlo.

Solo una fotito de cómo está mi plaza en estos momentos; a eso de las diez de la mañana estaba así, con los bajos al aire enseñando las vergüenzas de las basuras escondidas.

Mañana más.

Pepeprado

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