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miércoles, 30 de julio de 2008

Los lloros

Antes de entrar en lo de los lloros, un somero vistazo a los periódicos. La gran noticia es la de la unión de las dos compañías aéreas; Iberia: fusión y despegue Bien, ya veremos que dice la letra pequeña. De todas maneras el crecer siempre debe ser para mejor.

Aunque sea de modo tangencial con el título, el ministro señor Sebastián se ha apuntado a esto de los lloros, y se está dedicando a eso tan antiguo de eliminar el chocolate del loro; El Gobierno quiere reducir los límites de velocidad para ahorrar energía/Tráfico reducirá la velocidad en los accesos a las ciudades para ahorrar energía Ya me explicará eso de, "reducir a la entrada de las ciudades”, cuando en realidad en todas las entradas, a lo más que se va es a 10km por hora, cuando no se está directamente parado en el embotellamiento. Lo de las bombillas “por decreto” también tiene su miga. Huele a amigo en apuros con fábrica de bombillas en su patrimonio. Tal parece que este hombre, desde que le dieron el revolcón la única vez que se presentó de candidato a algo, no se ha repuesto y quiere estar en el “candelabro” como sea, para justificarse. Por eso, como a la guerra de la corbata no le entraron al trapo, ahora declara la guerra a la bombilla tradicional. ¿Qué será después? ¿La guerra a la patata, sustituyéndola por el boniato que es más proletario? Ya veremos.

Pero lo de los lloros es por otra cosa. Aparte de la política, todo se ha convertido en una pura llorera. Desde que el “triunfito” falsamente albañil defendió sus aptitudes canoras a base de lloros ininterrumpidos, y visto el resultado que le dio, ahora para todo, en la tele…, hay que llorar.

Cada vez que en la caja, cada vez menos tonta y cada vez más despabilada, enfocan a algún ciudadano al que acontece o ha acontecido algo fuera de lo común, este soluciona el momento crucial echándole lloros al asunto.

En tiempos no tan lejanos, pero que ahora parecen antediluvianos, el machote de turno (entonces no estaba mal visto ser machote) se esmeraba en mantener el tipo impertérrito pasara lo que pasara. Aunque le estuvieran arrancando el bigote con tenazas, era de hombretón el aguantar estoicamente lo que le echaran. Ese aguante y encare hacia el sufrimiento, físico o moral, era cosa apreciada y valorada. No es que el ciudadano fuera inmune al dolor, es que se daba por sentado que los tíos tenían que sufrir en silencio. Las damas, también aguantaban lo suyo, y cuando era necesario llorar, lo hacían con elegancia, sin descomponer la figura y procurando que fuera lo mínimo y menos visible, ya que opinaban que “se ponían muy feas llorando”. Todo eso ha cambiado.

Ahora, ya sea porque el/la ciudadano/a en cuestión ha pasado una eliminatoria de algún programa cutre; lo han elegido en el casting número 1015 de los que se ha presentado; le ha tocado un perro en una rifa; ha ganado un partido de algo (fútbol, baloncesto o petanca); o bien le ha puesto los cuernos a su consorte (el último en esto, el alcalde de Sierra Yeguas)…, hay que llorar en público y amargamente. Una de las cosas de esta nueva “sensibilidad lacrimal” es su democratización; da lo mismo ser macho, hembra o tercera vía; que el motivo sea alegre, doloroso o levemente infausto; o que sea de resultado efímero o permanente. Para todo… hay que llorar. Da postín eso de ser tan sensible, sensitivo y emotivo. Queda súper guay y súper moderno de la muerte. Pero pone la tele insufrible.

A mí, cuando me dan ganas de llorar es cuando leo noticias como esta; Ideas para ricos con ganas de gastar sin mirar ni la etiquetaPero no hay que olvidar que ya, tiempo ha, se decía que “los ricos también lloran”, por lo que es natural que esta sociedad combine ese gasto desaforado con sentimentales lloros televisados. Por eso se pueden permitir el lujo de salir llorando en la tele si se les escapa un modelito de algún modisto (perdón, diseñador) famoso y naturalmente, también muy sensible.

Sin llegar al lloro, pero sí cayendo en una melancolía matizada, otra noticia sobre algo que hemos estropeado y seguramente estropearemos más en el futuro; La reforma de los Baños del Carmen suma el mayor número de alegaciones del PGOU. En otros países como Inglaterra lloran amargamente porque se les ha quemado un muelle balneario de hace cien años. Aquí, el que había, nos lo cargamos rápidamente en nombre de la democracia, porque era “elitista”. Vale.

Intentaré no llorar, aunque peque de insensible frente a las miembras actuales.

Hasta mañana.

Pepeprado

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