Me acabo de despedir de un amigo, de un buen amigo; ha estado conmigo muchos años; es viejo pero voluntarioso, tiene sus manías pero es fiel a machamartillo, nunca me ha traicionado porque siempre me avisaba cuando iba a hacer una travesura… Pero lo aparta de mi lado el progreso. Es “el Agüelito”, mi viejo Mini de los años sesenta, que lleva conmigo muchos años y muchas alegrías pero al que este progreso nuestro no admite entre los suyos.
Yo nunca he querido tenerlo como pieza de museo; lo quería para que fuera “mi” coche de todos los días, para que viviéramos la vida juntos. Pero en este mundo estresado ya no queda espacio para dos románticos. No hay tiempo para soñar ni para pasear sin ir a hora fija ni a ningún sitio determinado. No se le permite vivir en el centro, porque parecía que estorbaba a alcaldes y ciudadanos, estaba fuera de lugar en esta Málaga peatonalizada y ultramoderna en que la que a los que más se vigila es a los “delincuentes” que intentan circular para ir a trabajar por él, porque ocupan el espacio por el que tienen que circular cabalgatas, manifestaciones, poner ferias, chiringuitos y cualquier otra monería.
El Agüelito no es progre, no es futurista, no es rompedor, no es acorde a los tiempos; es una reliquia de los sesenta, de los años en que todo parecía posible. Su tiempo ha pasado, pero no ha muerto, se va con mi amigo
Adiós, amigo y gracias
Pepeprado
Me hago participe de tu despedida hacia tu Mini, espero que lo lleves lo mejor posible, ya hablamos, un abrazo
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