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viernes, 6 de marzo de 2009

Crónicas Mejicanas VIII

En realidad, ya no es “mejicana”, esta más bien sería atlántica, porque la estoy escribiendo en medio del océano, a gran altura, y como es natural, amontonado en un avión grande, moderno, pero incómodo como es de rigor.

Como no se cuando podré colgar esto, sumado a que no puedo maniobrar con las fotos de ayer, o, ¿fue antesdeayer? (¡madre que empanada mental tengo ya¡), esto va a ser cortito, para poder largarlo a la primera zona wifi que se me cruce.

Guadalajara es un monumento total, pero aplastado por una capa de polución que anda muy cercana a la de DF, pero de eso hablaré mañana en un epilogo más recapacitado tras una dormida en cama propia, porque todo está muy bien, es muy bonito, pero como decía el chiste de don Camilo; ”hija, el cielo sí, pero como la casa de uno no hay nada”.

Así, que para mañana, si despierto lúcido, haré una especie de epilogo ultramarino, antes de enterarme que ha pasado con los ibarreches, rajoíces y zetapéros, (¡Dios, que cruz, Mariano) que diría Forges.

Para disculparme a mí mismo, sólo decir que ayer por la mañana, pateamos Guadalajara, inmediatamente al aeropuerto, vuelo a DF, peregrinación por pisos y pasillos, vuelo a Madrid, y todavía cuando lleguemos la propina del vuelo a Málaga, donde seguro disfrutaremos de las delicias de algún taxista aventurero. Bueno, bien estará si bien acaba.

Por eso, lo dejo.

Hasta mañana.

Pepeprado

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