
No parece que este año haya la alegría de compras posnavideñas de otros; parece que la crisis, por unos exaltada y por otros negada, sí, es verdad que existe y el bolsillo ciudadano no está para demasiadas alegrías.
También el otro mundo, el de extramuros de esta ciudad, sigue por caminos de una cierta normalidad. Normalidad en la que entra claramente lo de acostumbrar a la ciudadanía mundial a estar pendientes de ver si sale doña Hillary o don Obama, que parece que es lo que a algunos les parece más cercano. Eso es una de las maldades de la civilización desorganizada actual; el mas tonto de la clase sabe lo importante que son las primarias de New Hampshire o los problemas de la policía de los Ángeles, y no tiene ni pajolera idea de en que líos nos metió don Fernando VII ni donde está la oficina del DNI de su distrito.
Que se le va a hacer. Por cierto, ya han empezado a desmontar el árbol de navidad de la plaza de
Pepeprado
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