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miércoles, 22 de septiembre de 2010

Novedad

Hoy, último día del verano, de este muy caluroso verano, o primero del otoño (no estoy seguro), podría hablar de muchas cosas. De la intención de la Junta de comprar con 1800 euros las voluntades en las municipales (estudiar plazos del invento de las compensaciones por vejaciones); la intención de usar otra vez la Guerra Incivil como arma electoral; la actitud comprensiva de doña Maritere cuando la directora del CIS le comunicó que ella sí pensaba cumplir con su obligación; los líos de las pre-elecciones de Madrid; la conversión a la progresía impositiva de don Rodríguez en NY, etc... pero como todas estas cosas son desagradables, me repugna hablar de ellas hoy.
Esto es así, porque hoy es un día especial, ya que ayer llegó Clara a nuestra vida familiar.
Clara Prado García (¡qué raro se me hace este nombre todavía!) es una nueva ciudadanilla, morena, pacífica (por lo menos hasta ahora), de medidas y peso normales, que llegó, de forma rápida y sin demasiadas complicaciones, aunque dejó claro que no tenía demasiadas ganas de salir a este atribulado país, ayer, a más o menos las cinco y media de la tarde, sin mayores problemas y que es, nada más y nada menos, la que ha conseguido reciclarnos a María y a mí, en algo nuevo; en abuelos neonatos.     
A estas alturas, ser abuelo primerizo es algo para lo que no sé si estaré preparado, aunque desde luego, y como para todo, estoy dispuesto a estudiar y aprender lo que haga falta y a poner entusiasmo en el asunto. Sus padres Álvaro y Ana, están como unas pascuas, encantados de haberse conocido y de aumentar el número de futuros contribuyentes de este país. El resto de la familia, incluidos los desperdigados por allá fuera del territorio nacional y a los que echamos ayer, todavía más, de menos, también dichosos y felices. Esperando verla los que aun no han podido hacerlo y naturalmente dando todo tipo de opiniones los que ya lo han hecho.
Decir si es guapa o fea; simpática o seria; alta o baja; inteligente o torpe, es algo que no me atrevo a definir, porque a mí todos los niños pequeños me dejan perplejo, aunque estoy seguro terminaré diciendo aquello que me decía mi suegra de los suyos, como muestra de su imparcialidad militante en este tema; “no es porque sean mis nietos, pero ¿verdad que son los más guapos del mundo?  Ese es el único lunar triste, que los que hubieran sido sus bisabuelos/as no están aquí para verla y disfrutar de estos momentos, pero como soy creyente (aunque ahora esté mal visto confesarlo) espero que desde algún sitio la contemplaran y me ayudaran en mi nueva tarea.
Cómo aspiro a no ser una abuelete pesado, de los de móvil en ristre y explicaciones prolijas (cuando lo sea, decídmelo), dejo ya el tema e incluso estas reflexiones y me dedico a otras cosas, cómo debe ser.
Hasta mañana.
Pepeprado

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