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jueves, 13 de marzo de 2008

Aislado

En estos tiempos de aldea global y demás coñas marineras, resulta que todo se te puede ir a hacer puñetas simplemente si se te va un cable en algún lado del mundo. Esto viene a que desde ayer estoy sin teléfono y sin Internet y me ha hecho reflexionar sobre la fragilidad de nuestro entorno. Nos hemos acostumbrado a depender de todos estos inventos y cuando nos faltan nos damos cuenta de que nos hemos hecho dependientes de ellos; y dependientes de los organismos que los manejan y controlan que entre otras cosas, como decían los antiguos, se explican poco. Tras dos mañanas y una tarde de llamadas a los “arregladores de entuertos” de la Compañía Telefónica -a la que por tradición sigo siendo fiel- no he conseguido, ni que me lo arreglen, ni que me den una idea de por donde anda el problema. Parece que el decirle al afectado aproximadamente por donde anda la avería o darle una idea de quien ha pisado el cable, puede afectar a la seguridad nacional, convirtiéndose en secreto de Estado. Creo en las averías, sé que arreglarlas toma su tiempo, pero, explicarse un pelín tampoco es malo y en este caso ayudaría a llevar el peso del aislamiento.

Por eso, el escribir sin saber si esto lo voy a poder algún día en algún sitio es cercano a lo deprimente y por tanto lo voy a hacer cortito para poder dedicarme a buscar un buen samaritano cercano que me permita colgarlo.

De todas maneras, las noticias que hay por ahí tampoco son como para tirar cohetes. Son lo habitual; ciudadanillos que apalean a compañeras; bombas encontradas en contenedores; el PSOE que se ensaña en las televisiones afines con los derrotados; el PP que ya está poniendo las piedras para perder las próximas elecciones; el señor Llamazares que sabe perfectamente que toda la Humanidad -excepto él mismo- tiene la culpa de que no lo voten; los andalucistas que son unos nacionales sin nación sumidos en el silencio; es decir, lo de siempre, lo previsto.

Para mí, lo más importante es que ya se ha reabierto el café Central y mi hermano Rafael ha sobrevivido a la obra. Ya puedo tomar café y ver Málaga desde mi entorno habitual. Por cierto que la reapertura ha sido curiosa. Ha sido como una toma de la Bastilla en plan domestico; ayer por la tarde cuando se estaban todavía preparando las instalaciones, pero sin estar terminadas, al ver las luces encendidas y los empleados en sus puestos (estaban preparándose), los clientes habituales, simplemente empezaron a entrar y a pedir café. Fue por tanto una reapertura inesperada, impensada, solapada pero sobretodo espontánea. Me encantó; en estos tiempos de grandilocuencia, de fastos exagerados, de triunfalismos personalistas, y de ministras con el master en inauguraciones aprobado cum laude, la sencillez de la reapertura me ha parecido estupenda. Espero que lo disfrutemos todos, por lo menos ya mis amigos vuelven a saber por donde pueden encontrarme más o menos…

Prometo que si la técnica viene en mi auxilio y me devuelve mis derechos a la comunicación (por cierto, derechos bien pagados), pondré fotos y escribiré más. Por hoy me voy a buscar ayuda.

Pepeprado

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