Dice el diccionario que rutina es; costumbre
inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas sin pensarlas. Suena poco
importante, poco influyente, pero es de esas cosas a las que no damos
importancia cuando la tenemos, pero echamos de menos cuando la perdemos.
Hoy es cuando el que suscribe
está volviendo a esa rutina (por otra parte, siempre cambiante), tras la semana
anterior en que cada día era novedoso y traía algún cambio, a veces inesperado.
Fue una semana en que volvió mi hijo Javier, se ultimaron los últimos detalles
de la boda de Alex y Bea y finalmente el sábado se produjo esta.
Afortunadamente todo fue cómo una seda, con el único sobresalto por mi
parte de descubrir que ese sábado, justo a la hora en que el coche de la novia tenía
que venir por calle Especerías a recogerla, esa calle estaba tomada por… una
procesión. ¿Cuál? Ni idea, yo ya hace tiempo le perdí la pista a saber cuántas
procesiones salen en Málaga cada año. No sé si es que era cortita o es que iban
ligeritos, pero al final, cuando llegó el coche la calle estaba expedita y
pudimos salir sin problemas.
La ceremonia en la Iglesia del Sagrario estuvo bien, el oficiante,
padre Alfonso, condujo la ceremonia con una cierta mano de hierro y todo,
adornado con un coro que sonó estupendo, discurrió de forma agradable y sin interrupciones.
Tras esto, algo más tarde nos fuimos a la Hacienda el Álamo y lo
pasamos pipa. Al menos yo, que ya relajado y sabiendo que todo estaba saliendo
bien, incluso eché el resto y bailé para acompañar a los novios. De lo bien que
nos atendieron no soy yo el más indicado para hablar, pero todos los asistentes,
a los que por cierto desde aquí agradezco su asistencia, con los que he hablado
me han felicitado por el lugar elegido y por la cuchipanda ofrecida por el
Alabardero. Es verdad que todo fue calidad y cantidad. En la recepción, con una
buena dosis de originalidad en los cartuchitos de pescado y de camarones, así
como en algunas platos que sorprendieron, como mini tortillitas, o piruletas de
algo que ahora no me acuerdo de qué, pero que estaban muy buenas (o eso me
cuentan, yo comí poco por la preocupación). Después en la cena todo perfecto y tras
esto, el bailongo reglamentario. En fin un día estupendo, con un resultado estupendo
ya que creo que todos salimos contentos. Eso sí, derrengados y ahora me encanta
eso de recuperar mi rutina tradicional. En esa rutina he visto que todo sigue
igual, todo son noticias de desastres económicos y sociales y los únicos que parecen
estar pasándolo estupendo y no estar afectados por la situación, son los
artistas que andan a lo suyo, a repartirse premios y a montarse saraos
particulares que pague otro. Es decir, lo de siempre, sólo interrumpen la
actividad auto loatoria de cuando en cuando, para ponerse tras la pancarta
reivindicativa. Reivindicaciones qué, por supuesto, olvidan inmediatamente.
Otros artistas, estos estaban en el paraíso fideliano, se han escapado
de ese edén que estos adoran y se han fugado a los pérfidos EEUU, quizás porque
nuestros artistas no les habían explicado la suerte que tenían ellos, de estar
siempre en el nirvana fideldigno castrista.
Lo dejo, los novios ya están de viaje y el padre de la novia, o sea yo,
vuelve a la normalidad.
Hasta mañana.
Pepeprado
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