En el día de hoy, lo más discutido,
hablado, estudiado y escrutado, es el asunto del Prestige y de su sentencia,
que salió ayer. La verdad es que el asunto no tiene desperdicio; aquello fue un
desastre y que ahora, once años más tarde, tardanza que es otra ignominia, nadie
tenga alguna responsabilidad suena rarillo. Como de esto están hablando todos y
naturalmente cada cual va a arrimar el ascua a su sardina política, yo que no
tengo ascua, aunque a veces si tengo
ascos, no voy a menearlo más. Soy un lego en materia jurídica, de derecho
internacional ni os cuento. De eso hay otros, muchos de ellos que saben lo
mismo que yo, es decir nada, que ya están pontificando sobre el asunto.
De lo que quiero llamar la atención
es sobre ese catastrofismo interesado que siempre nos largan para amargarnos la
vida mucho más de lo que la propia catástrofe de cada día nos la amarga.
Cuando sucedió aquello, los
agoreros reglamentarios, pronosticaban que no iba a haber un mejillón en Galicia
hasta el siglo veintitrés, y que lo de bañarse en La Coruña o en cualquier otra
parte de esa costa sería imposible sin blindaje. La fauna y la flora marina,
desaparecerían para siempre jamás y los pescadores se tendrían que dedicar al
cultivo del altramuz.
Exactamente lo mismo cuando se
quema un monte; no va a haber vegetación en este milenio, los conejos
superviviente van a tener que ir con sombrilla, etc., etc. Pues bien,
afortunadamente, como la madre naturaleza no entiende de PPses, de PSOEeses o
de Nacionalistas gallegos, catalanes, o del Bierzo, cuando pasan unos años, y
si se la deja tranquila, se recupera, y ahora, en este caso, nos podemos jamar
unos mejillones que da gusto verlos.
¿A qué viene pues el
catastrofismo? Simplemente a eso, a aprovechar una desgracia para cargarle ese
muerto y/o sus muertos adjuntos, a quien interese cargárselos. Pensemos en
ello, que es una forma, otra, de pensar en quien nos dirige y en quien se
supone que debe controlar a quien nos dirige… siempre y en cada momento cada
cual.
Lo que es para no pensárselo, es
lo del ¿señor? Oriol Junquera, ese que quiere hundir la economía española,
parando la actividad catalana durante unos días. A esta berenjena mental se le
olvida que este es un país medianamente libre, y que ningún gobernante del tres
al cuarto, puede obligar a la gente a hacer lo que a él se le ocurra, así por
las buenas. Con estas cosas, lo que consigue es un efecto tristemente positivo;
nos dan pena nuestros compatriotas catalanes que tienen que aguantar este tipo
de chorradas… y encima están obligados a pagarle a este, el sueldo y las
comisiones.
Hablando de sueldos, comisiones
y herejías varias. En nuestra Cortijá, hay cosas que son de una exuberancia
inventiva espectacular. En esto, las cosas que se están sabiendo de la UGT y su
peculiar sistema de facturación son un verdadero primor.
De lo último que se ha sabido,
es de una factura de 21.000 euros de una fastuosa cuchipanda en la feria (de
Sevilla, naturalmente, miarma) que le colaron subrepticiamente (¿de verdad, fue
una coladura o todos de acuerdo?) a la Junta como “actividad institucional”.
Todo esto es una vergüenza, pero lo que me llama la atención, es que en la
noticia se habla de que este magno evento se hizo para invitar a “empleados,
autoridades y …periodistas”. Al parecer, nadie se preguntó de dónde
salía la pasta para darse esos homenajes, aquello del cuplé, “de dónde saca pá tanto como destaca”.
Sería divertido y esclarecedor,
establecer la correspondencia entre los políticos y periodistas invitados a ese
jolgorio del arsa y olé, y sus actuaciones y
artículos a favor o en contra de esas facturas.
Por hoy ya está bien. Estoy
escribiendo esto en el Avant, camino de Sevilla. ¿Cuándo podré colgarlo…? Ni
idea, pero juro que lo intentaré.
Hasta mañana.
Pepeprado,
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