Hoy es uno de esos días en los que la
crónica internacional hace que sienta envidia de otros países.
Por un lado sale la noticia de que el alcalde
de Berlín, tras 13 años de mandato y sin que nadie le ponga una pistola en la
sien, dimite por los retrasos en la construcción de aeropuerto de la
ciudad y asume este fracaso como propio.
Port otro, en los vecinos ultrapìrenaicos, están
investigando a la señora Lagarde… por negligencia.
Por estos dos motivos, retraso en las obras
y negligencia, aquí, generalmente a los culpables se los hace ministros, o, como
mínimo secretarios generales.
Ahora por ejemplo, se habla de las facturas
del aeropuerto de Castellón, en el que se gastaron millones sin que nadie dijera
ni pio, o, también de actualidad, que CiU, que hace un año quería que don Montoro
enseñara cual ujier papeles en que saliera el nombre de Bárcenas, aunque fuera una
esquela mortuoria, y que naturalmente fuera fusilado al amanecer, pero ahora se
pone exquisitamente legalista y, rozando el misticismo angélico, le dice al
mismo señor Montoro, “que no puede”
desvelar nada de las andanzas de un ciudadano particular, incluso cuando es tan
particular como Il Padrino, y que a este, se le moleste lo menos posible. Y nos
lo tragamos día a día y todos felices.
En esta España nuestra, ahora nos dice don
Luciano, que “las empresas
de cursos de formación no podrán vivir de las subvenciones públicas”, con lo que tácitamente admite que las han estado
manteniendo así hasta ahora. Desde luego lo que no hace don Luciano es pedir
cuentas, y la Junta, a lo más que llega, es a decir que “no dará más dinero a UGT hasta que se justifique lo recibido”. Más
claro, el agua. Lo único que piden es qué les den “algún papel” que les sirva para enterrar el asunto y poder seguir repartiéndoselo
con ellos.
Es quizás esto, lo que ha llevado a
una sociedad enferma en la que sólo vale la juerga, el despilfarro, la
indecencia y el desbraguete continuo.
En estos tiempos de hambre mundial,
cuando los media bombardean con peticiones de colaboración para ONGs para luchar
contra el hambre, en Buñol se machacan, tirándolos, 140.000 kilos de tomate,
¡CIENTO CUARENTA MIL!, y eso, todos felices.
Este desmadre y esta lucha por
simplemente salir en los periódicos, sin pensar en los demás, en los más
desfavorecidos, llega a todo, incluso a nivel personal, y claro, siempre
tirando con pólvora del rey… o con tomates.
Un ejemplo, el fotógrafo, que en el
Alto Ampurdan, con un amiguete piloto, usó uno de los aviones anti incendio, simplemente
para conseguir ser el que más agua se echara por encima para eso de la nueva
ola a la moda. Lo que gastaron en combustible, horas de vuelo, agua y demás
gastos, le habría venido muy bien a los necesitados de la distrofia, pero, no,
lo suyo es usar los medios del estado para provecho propio. Y no solo provecho,
sólo para hacer el vaina. Por cierto, el fotógrafo, que ni siquiera es español,
es un belga, al que seguro que en Bélgica no dejan usar sus aviones para hacer
el chorra, está en el hospital porque lo
deslomó el sartenazo de agua, unos 1.500 litros. Está en estado crítico, aunque
la mente ya la tenía así antes.
Por eso, al ver las diferencias, me
da esa envidia perruna…
Hasta mañana
Pepeprado
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