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viernes, 16 de enero de 2015

De vuelta

Sólo ha sido un día escaso, pero venir a Córdoba siempre es un placer. Tiene para mí, la ventaja añadida de qué, mientras ando por aquí, no veo noticiarios, no leo periódicos y no me entero de ninguna de las desgracias que suceden en el mundo, con lo que me sumerjo en ese nirvana de la bendita ignorancia, que a veces, te viene bien
Cómo siempre que salgo de mi habitat, tiendo a comparar, creo que eso nos pasa a todos, lo admitan algunos o no, y cómo casi siempre, me entra una lánguida tristeza por lo que en Málaga hemos perdido y estamos perdiendo.o
La Sultana sigue siendo una ciudad viva, con un pequeño comercio pujante y donde puedes encontrar de casi todo, no sólo en el centro, tambien en los barrios, en contra de lo que pasa en nuestra ciudad donde siempre, tienes que hocicar en el Corte Inglés o en alguna de las mega grandes superficies del extrarradio.
Esto de tener que ir a comprar a cercanías, está muy bien para gente joven y aguerrida, que viva en lugares accesibles, pero para los puretas qué, encima estamos bloqueados por el Ayto en el centro, es un horror. Para nosotros los de la ciudad peatonal, el sólo hecho de comprar una caja de, por ejemplo, latas de algún refresco, significa después, ir cargandolas como porteadores de un safari. Ni te cuento de comprar o trasladar un mueble o artefacto de pequeño o mediano tamaño, lo tienes que hacer a horas intempestivas, en modo clandestino y esperando no aparezcan las huestes uniformadas multadoras para empapelarte, tratarte como un delincuente y sacarte oficialmente las perras de manera inmisericorde.
Así, que ver que aquí, puedes comprar de todo, en esas tiendas donde te atiende una persona física, a la que preguntas y te responde, te enseña lo que buscas, o, si no lo tiene, te redirige a otro establecimiento donde puedas encontrarlo, te hace encontrarte en un paraíso de otros tiempos.
Si a estos sumas establecimientos hosteleros donde aún no ha llegado la contaminación de la NCEG (la Nueva Cocina Extrema Gilipuertas), donde te puedes comer un buen flamenquín, tradicional, o encontrar una buena sopa del país, sin nitrogenos ni cristalizados, la cosa sube de categoria.
Pero se ha acabado, ya voy de vuelta y dejo esto (estoy escribiendo en el tren) para mentalizarme de mi vueltra al ghetto luxury del centro.
Hasta el lunes.
Pepeprado      

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