Antes, hace nada, se hablaba de hacer cosas, de relacionarse, de estudiar algo en profundidad, etc. Ahora no. En el léxico neoprogre, todo es una “inmersión.” Esto vino propiciado en sus primeros momentos, por esos cambios tan afortunados de planes de educación, cuando todavía eran en español, en los que se empezó cambiar, el patio del colegio por el espacio lúdico y el plan de estudios por la línea curricular. Dentro de ese ambiente tan distinguido, a dedicar un rato a, por ejemplo, sumar, se le empezó a llamar un inmersión en matemáticas, que queda más fino, aunque el enano, sujeto de la inmersión, se quede todavía más zote que al principio. Cuando el profesor con corbata le obligaba a aprenderse las tablas de multiplicar, así, a pelo, aprendía pero, es que eso lo presionaba, y a eso no hay derecho..
Pues bien, yo ayer, por fin, empecé técn¡camente el veraneo. Mi Maru tenía un sábado libre y decidimos aquello tan antiguo de irnos a la playa, (solo un ratito, que no estoy yo para locuras aventureras). Pero en ese mínimo espacio de tiempo, tuve una inmersión profunda en el ambiente popular.
Se me había olvidado. ¡Qué bonito!, ¡Qué alegre y dicharachero!, ¡Que cómodo todo! Vaya por delante que admito que me estoy volviendo huraño y me relaciono con poca gente, a la que escojo por virtudes tales como su pacifismo, su comprensión y su ecuanimidad. Intento además que mis “escogidos” sepan más que yo, para poder aprender, pero es que la playa, el amado pueblo y el ambiente ciudadano adjunto, es terrorífico. Esas señoras con la laca del pelo recalentada, esos maridos que se llevan a la playa ya, hasta el televisor y que montan tiendas que son casi chalets del Pocero, esos nenes berreantes y vocingleros a los que tanto llama la atención un bañista leyendo, esos púberes sin domesticar a los que han dado carta de propiedad de toda la playa…, son una alegría pál cuerpo. Pero el súmmum, el no va más, el éxtasis playero, es ese tramo de edad que ahora es rey de nuestra civilización, esos que el gobierno mima y a los que permite todo, los llamados jóvenes, Digo “llamados” porque algunos ya son más viejos que un palmar y tienen edad física como para estar currando, pero que se dedican en cuerpo y alma a cultivar eso, el cuerpo, suplementando a la naturaleza con pastillitas y bebidas isoleches para tener la “tableta a de chocolate” en el bronceado (a base de cremas) torso, en emulación de ese ídolo de la cultura que ya ha conquistado ¡incluso! a la mega pija yanqui, cosa por otro lado que no parece tan difícil, ya que la ciudadana parece de fácil apertura de piernas y proclive al intercambio de fluidos. Estos atléticos ciudadanos acompañados por sus siliconadas vestales, toman la playa. Esos alcaldes, que ponen todo tipo de carteles prohibitivos, no tienen lo que hay que tener para prohibir por ejemplo las pelotitas de los güevos, que dan la lata a todos. Esa pelotita con la que los nadales fracasados intentan demostrar a sus arrobadas y guarrindongas compañeras que saben hacer algo, y como estás claro que emular a Bécquer para conseguir su amor, no pueden, lo suplen con el artilugio de madera, y una mala educación digna de premio a la constancia.
Se que estoy en una batalla perdida. Por eso solo escribo, para desahogarme. Y para que no se diga que un español de los que hizo la mili se arruga, hoy voy a volver a ir a
Hasta mañana, si sobrevivo a la civilización playera.
Pepeprado
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