Ya ha llegado
Mi plaza se distingue por estar continuamente cambiando. Siempre es la misma pero nunca es igual. Durante estos dos últimos meses, como en todos los últimos meses y en todos los anteriores dos meses, he tenido en continuo movimiento la apariencia de mi plaza.
Eso es lo que hace que vivir donde vivo sea fascinante, a despecho de incomodidades, de ruidos, de trasiego de políticos y aspirantes a ello para hacerse la foto oportuna en el momento oportuno y demás regalías adjuntas. Es lo que hace que cada día tenga un plus de diferencia con otras plazas y otros rincones.
En estos dos últimos meses, en los que por cierto, no he querido (o podido, por falta de tiempo) colgar fotos, han pasado ante mi vista, procesiones, traslados, protestones, agrupaciones de jazz e incluso la tuna. Todos han dejado parte de sus buenos deseos y aspiraciones. Todos han intentado captar la atención de los paseantes. Todos lo han conseguido en mayor o menor medida.
Ahora, por fin ha llegado uno de los habitantes temporales que cada año, sin faltar uno, hibernan una larga temporada en mi plaza; el árbol de Navidad.
Esa costumbre importada del árbol, es de las pocas que creo positivas, por su idea de aglutinar deseos y voluntades bajo su alargada sombra, aunque sea sólo por unos días, ha calado en esta sociedad. Ya no sabemos tener una navidad sin árbol de ídem, sea época de crisis o de bonanza.
El de este año ya ha llegado, sólo hace unos minutos, pero ya está aquí, y así lo pongo para que todos lo veáis.
Después, a lo largo de estos dos meses que vendrán, iré contando sus vicisitudes. Por hoy, ya es bastante; sólo decir eso. ¡Ya ha llegado! Paz los hombres de buena voluntad. (y a las mujeres, se vaya a cabrear la Subsecretaria)
Hasta mañana.
P
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