Para
no hablar de la dichosa Prima de los coxones, miremos a otras cosas. Estamos en
una sociedad en la que aquello de matar al mensajero prima sobre todas las
cosas. Es más fácil e indudablemente más agradecido por los dirigentes,
suministrar informaciones “agradables” que decir la verdad.
Ejemplos,
a cientos. Botones de muestra, algunos. Estos días, las radios, teles y periódicos
están alborozados dando la noticia de que el Ayuntamiento de Burjassot, en el
ahora llamado País Valenciá, ha tenido un pleno en el hospital donde una de sus
concejalas había estado de parto el día antes. Nos lo venden casi cómo una
heroicidad por parte de todos, cuando lo que tenían que explicar es el porqué,
si la resolución era tan importante, no se programó el pleno una semana antes
del feliz natalicio. Es la forma de dar importancia y marchamo de genialidad a
lo que realmente es una seña de inutilidad.
Aquí
mismo, esas señales de enmascaramiento se dan casi a diario. Hoy se está
hablando de reducir el número de taxis de la ciudad, y nadie explica porqué
esto de los taxis tienen que ser regulado por nadie. Es un tipo de servicio que
no tendría por qué estar regulado, sino ser de libre competencia y auto regularse
en razón de su productividad y calidad. Quizás así, sería hasta posible que
tuvieran un precio más asequible, he constatado que en las dos grandes ciudades
que he estado últimamente, Sevilla y Granada, las tarifas son más baratas que
aquí. Que expliquen esto y así no habría que despedir a otros 250 asalariados.
En
esto, está eso de lo que prometí hablar ayer, lo de la guerra a las sillas de
los bares en las calles; “Guerra a las terrazas ilegales/
Málaga intervendrá sillas y mesas de bares y retirará la
licencia a los que incumplan la normativa”. Ahora, cuando
conviene y especialmente cuando el asunto se ha desmadrado, es cuando se acude
a poner parches, pero antes, cuando se ha permitido que todo el que le ha
salido de las narices invada las calles sin mirar más que su interés, es cuando
se “declara la guerra”. Que expliquen primero el porqué, a las empresas tradicionales,
se las ha tenido acogotadas y exprimiéndolas con una tasa importante por el uso
regulado de un determinado número de metros, mientras a otras se les ha permitido
hacer lo que le viniera en gana, algunas incluso cambiando por cercanía al
local por cercanías familiares y cogiendo los metros y el espacio que les ha
venido bien. Que expliquen también cómo les van a retirar la licencia a los que
no la tienen.
En algunos lugares, por
ejemplo Sánchez Pastor o Strachan, circular es una autentico slalom ciudadano,
preñado además de peligros económicos, pues el número de cantantes, músicos, y
vendedores, incrustados entre las terrazas es innumerable, y algunos de ellos
son, por decirlo finamente, algo belicosos. Ante esto, no hay que declarar la
guerra, sino exigir que se cumpla ley, sea quien sea y sea familia de quién
sea. Lo demás, son componendas cara a la galería.
Lo dejo, pero para terminar
con algo más intranscendente, aunque también da la idea de cómo es esta
sociedad, una noticia pinturera; “Inventan un
spray que emborracha sin probar una gota de alcohol”.
En el capítulo de las gilipolladas actuales, esta es
otra más, simplemente eso.
Hasta mañana.
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