Hoy iré a un evento ya tradicional, en la Cámara de
Comercio, así que esto va a ser corto.
En mi repasillo a las noticias he visto que en Cuba de
pronto les ha entrado un furor horroroso por hacer justicia y le ha tocado la lotería
al gilivainas del PP que, por lo visto, acostumbraba a hacer lo que le salía de
ahí mismo en asuntos de la conducción y a coleccionar multas sin ningún tipo de
problemas. Lo que le ha pasado, es muy probable que más tarde o más temprano le
hubiera pasado también aquí, pero ha errado en salirse del tiesto y la carretera allí, donde les tienen ganas a todos los que van a meter la nariz. A
ver como sale de esto.
Mientras,
dentro de esa costumbre de todos los Gobiernos que nos tocan, de tener prisa
por colgarse las medallas, ha vuelto a pasar lo habitual. Un portavoz gubernamental
habló de que a los incendiarios (no pirómanos, la piromanía es una enfermedad,
ser incendiario es otra cosa) ya los habían cogido. Ahora la Guardia Civil que
es bastante más seria para sus cosas, ha dicho que no, que todavía no hay nadie
en el trullo por esto. A ver si a los políticos les explican eso de que
calladito se está más guapo y lo aplican a sus declaraciones.
En Barcelona van a empezar a multar con 3.000 euros a los
clientes de las prostitutas. No está claro si es una medida profiláctica o
simplemente es intentar evitar la competencia. De todas maneras es algo
injusto. La prostitución existe desde el principio de los tiempos y el que un
par de ciudadanos (no entro en distinción de sexo, raza o religión) llegue a un
acuerdo para una mutua satisfacción, dando dinero a cambio de placer, es cosa
de ellos. Lo único que hay que hacer es regularlo y evitar que los negocios sean
en mitad de la calle o que estén controlados por mafias. Por lo demás, que cada
cual haga con su cuerpo lo que crea conveniente… siempre que lo haga
libremente.
En Málaga, aparte de la Feria y sus avatares (empleo la palabra
en su acepción tradicional, como vicisitud o cambio, no como se emplea ahora
para asuntos informáticos) las cosas siguen su curso y las leyes dando sorpresillas.
A un tío que cogió un pistolón y se lió a tiros con un
colega con el que había discutido y terminó pegándole uno a un honrado albañil
que estaba fumando en su ventana para no molestar a su familia (los peligros
del tabaco que diría el gobierno), piden que se le condene a unos cuatro años y
a una multa de 2.800 euros. Habida cuenta de que cuando se pide esto, es muy
posible que se le quede en la mitad, es un bello ejemplo. Por este precio,
conozco mucha gente que se embarcaría en atizarles a algunos. Si seguimos así,
esto va a ser una jungla.
Por cierto, el pistolero de turno no tenía ningún tipo de
licencia y había sido condenado otras veces por robo con violencia, lesiones y
tenencia ilícita de armas. Cómo sé, que
a los que sí la tienen (la licencia), están ultra controlados, me pregunto para
qué sirve estar del lado de la ley.
Acabo. Hoy pongo una foto de ayer mismo, en una caseta del
centro. La dejo sin comentarios, que cada cual se administre sus pensamientos.
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