En
1898 don Herberto Jorge Wells publicó su “Guerra de los mundos”. Hablaba de una
invasión marciana de la Tierra y la situaba en 1906. Después, el otro Welles
(este con una ene más), don Orson, en 1938 acoxonó al personal con una transmisión
radiofónica de esta obra, ya pasada a obra de teatro que hoy llamaríamos multidisciplinar,
con sus efectos especiales y todo.
Pues
bien, los dos mundos que ambos pronosticaban están ya aquí, aunque, que yo
sepa, no han hecho falta ni marcianos ni madre que los parió. Nos hemos bastado
nosotros mismos para hacer en este planeta dos mundos diferentes.
Hay
un mundo, a ras de suelo, donde la gente se tira por las ventanas (ahora una tercera
víctima en Bilbao) o se pone en huelga de hambre (en Sta. Cruz de Tenerife)
ante la inminencia de su desahucio. Donde los comedores sociales se abarrotan
mientras los gobiernos, los partidos y los sindicatos pasan de ellos o, lo que
es peor, la emprenden contra la Iglesia que es la que mayormente, en sus
diversas formas de encarar el problema, los mantiene. Ese mundo te descorazona,
te deja con el alma hecha unos zorros, especialmente en vista de las zorrerías de
los que “pasan” de esto.
Pero
hay otro mundo, ese que sale cada día en los periódicos, en las teles, e incluso
en las radios. Un mundo de oropel, de fastos, de lujo y derroche, que, cosa
curiosa, es las más de las veces aplaudido y financiado poco a poco, por los
mismos que habitan ese primer mundo del que hablamos. Si no, que me expliquen
cómo los mismos que se quitan el hambre a tortas y están en las listas de desahucios,
pasan la vida ante Tele 5, o discutiendo si a CR le duelen las muelas o si al
niño de Messi le viene bien de medida el par de botas de oro que creo le han regalado.
Ese mundo, de la nada llevada a sus extremos, aplaude al otro al de la nada
intelectual y moral… y encima lo mantiene con sus exiguas posibilidades.
Quién
diga que esto es una exageración, que me explique cómo en estos tiempos de penuria,
en los que todos deberíamos estar preocupados por el futuro, o mejor, por saber
si hay futuro, los artistas y los empresarios de los media, están más preocupados
por darse premios cada día y organizarse fiestas con fotocol (manda carallo el invento yanqui del photocall,
traspasado al mundo entero para disfrute de almas cándidas), en los (y las)
gentes presuntamente artistas, posan con galas “adecuadas” al evento. Nadie usa
pararse a pensar que en estos pases ante las cámaras se ven abdicaciones de presuntos
principio morales. Por ejemplo el señor Bardem que va a recoger premiso en camiseta
cuando los da el rey de las Españas, se atavía de smoking cuando va a ver a
doña Isabelita de las Inglaterras, y todos lo ven normal. Nadie recapacita que
cada vez hay más premios de radios, teles y similares, donde se reparten los presuntos
honores entre los mismos. Ya hay quien tiene al menos una docena de Goyas, y los
paseos de la fama, donde ponen sus huellas, lo mismo personajes que se auto
consideran importantes o perros pastores o caballos cinematográficos, cuentan a
sus estampados por millares. No creo que ser de un club con “miles” de
reconocidos, sea como para tirar cohetes, es poco elitista de verdad. Allá
ellos.
Por
eso, hay que recapacitar, y quizás para empezar a entender esto, he encontrado
algo que puede empezar a valernos. Es algo que escribe la señora o señorita
Cristina Fallarás y que se llama; “Diccionario para
imbéciles”. Es un buen principio para desintoxicarnos.
Me voy, es viernes de Foro, y voy a arreglar el mundo.
Antes, una noticia municipal; “Alimentar a
gatos o palomas en la calle será motivo de multa”. Vale. De acuerdo.
Hasta
mañana.
Pepeprado
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