Hoy prefiero dejar esas cosas que salen en
los periódicos cada día y repensar en nuestro entorno.
En los últimos días han salido noticias de
Málaga que no son como para tirar cohetes. A un fulano que apuñalo a un
ciudadano que defendió a dos chicas que este bestia intentaba agredir en la
mismísima calle Larios, le han echado siete años de internamiento, cosa qué,
como que ya dije, si lo comparamos con lo que echan a los padres por darle un
guantazo a su hijo respondón, no salen las cuentas.
También salió que en este paraíso tan
organizado, sobran plazas escolares pero faltan, decía la noticia, “en los
colegios de siempre“. Eso es tradición, donde no faltan nunca es en los
colegios que se “reservan” para las élites políticas y sindicales, que
haberlos, haylos. Y esto, nadie lo investiga ni intenta ponerle solución. El
sistema es amontonar a los conflictivos en algunos centros y dejar otros más pacíficos
en otros, que son en los que faltan plazas, es lo usual, pero eso, a los inspectores
dedocráticos que no los busquen.
Sin embargo,
a mí, personalmente, lo que me llamó la atención es que, por primera vez, y
quizás sin que sirva de precedente, un escribidor en periódico local, don
Alfonso Vázquez, llamó la atención, presuntamente, al Ayuntamiento, sobre su
actitud para con el centro.
Dice don
Alfonso que este Ayuntamiento es permisivo para “carteles, farolas y todo tipo de agresiones estéticas en edificios
protegidos”, e informa qué, por lo visto, en una reciente tesis doctoral, un arquitecto malagueño, ha alertado
¡por fin! que “Málaga puede terminar
convirtiéndose en un parque temático del Turismo”. Esto, es lo que yo, cómo
perteneciente a esa clase en peligro de extinción a proteger, habitantes del
Centro, llevo tiempo, denunciando en estas líneas. Aunque ya, los que resistimos
en el Centro, somos tan pocos (cuando
hay elecciones, en mi colegio electoral siempre hay más gente en la mesa que
votando), al ente municipal le seguimos pareciendo muchos. Ellos aspiran a que
nos vayamos y les dejemos el centro, especialmente mi plaza, sólo para
festejos, chiringuitos y floreos donde puedan venir a hacerse fotos en campaña
sus concejales y aspirantes a ello. Se busca un centro-escenario donde se
enseñe una Málaga folclórica y falseada, donde sólo haya restaurantes, bares y
museos, y donde el deseado turista sólo vea la falsa alegría del oropel y la
farsa.
Quieren que nos marchemos, y lo quieren rápido, por
eso se peatonaliza todo, para que sólo los coches oficiales puedan circular y
los urbanitas viejos nos quedemos sitiados y sin futuro. Sólo se dan licencias
a bares y restaurantes, unos junto a otros y sin que ningún inspector de los
que vienen regularmente a los establecimientos tradicionales, se pase para
abrir camino en calles y callejas bloqueadas por mesas y sillas ilegales.
Ya en el centro no quedan tiendas, es el paraíso de
las franquicias, y cualquier cosa, por pequeña que sea, bien unos cordones de
zapato o un pequeño arreglo de algo, hay que hocicar yendo al especialmente
protegido gran almacén que parece patrocinado por los munícipes (por algo
será). Ya me estoy quedando sin vecinos, y lo que temo, porque ya está pasando
a veces, es que esto se convierta en otra finca de esparcimiento para jóvenes
guiris que puedan hacer fiestas locas, emborracharse y ponerse de droga hasta
el culo, cómo pasa en ciertos pueblos costeros de Cataluña, a cuyos ciudadanos
podríamos traer aquí a darnos conferencias sobre sus vicisitudes.
Lo voy a dejar, con estas cosas me pongo fatal.
Prefiero irme con mis nietas.
Una foto de un cartel en el que ya no se pone ni día
de inicio ni de final estimado de las obras de calle Comedias, ¿para qué?.
Hasta mañana
Pepeprado
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