Queda poco, pero aún Agosto tienen algo que decir, especialmente en cuestión de calor.
Por eso, lo pertinente es irse a la playa y no escribir demasiado. Hablando de playa, pongo una panorámica de la playa de Valdelagrana, en el Puerto.
Es una playa larguísima, con una arena fina y una amplitud digna de encomio, aunque la marea se la va comiendo durante el mediodía. Todo esto viene a cuento de decir que allí cabe mucha gente, para decirlo con acento del lugar, tela de gente, sin estar cómo en las nuestras apiñados y amontonados.
Cabe genta para todo, incluso una boda en mitad de la playa con los contrayentes vestidos cómo debe ser, es decir, traje negro y levita el novio y traje blanco de cola la novia.
Pues bien, en toda inmensidad de playa, sólo vi un señor con paletas, jugando con su nene, y ¿Dónde se fue a poner el buen señor? Eso, naturalmente, a mi lado. Esto está reafirmándome en la idea de que los peloteros, paleteros y demás playeros, son una maldición bíblica hacia mi persona, por algo que tuve que hacer en una vida anterior. No se puede hacer nada, el destino está escrito.
Con esta profunda reflexión lo voy a dejar. No sé cómo estará el domingo, pero el lunes sí espero recuperar la cotidianeidad.
Por si puedo.
Hasta mañana.
Pepeprado
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