Hoy, todo el día en la propia Jerusalén. Nos hemos paseado (solos) por la ciudad vieja, donde hemos visto esas tiendas en las que el dueño no cabe, por ejemplo esa de los libros en las que el librero está encajonado entre su mercancía.
Es una estampa vieja y nueva en la que como se ve, la organización es bastante espartana para algunas cosas, caso de los contadores del agua, que no se complican la vida, los ponen en ramillete y todos contentos.
También nos hemos pasado por el Muro de las Lamentaciones, donde se pueden lamentar los hombres y las mujeres, pero debidamente separados. Esto será hasta que doña Bibi tome cartas en el asunto, entonces prohibirá ir al Muro y punto. Por cierto, aquí todo el mundo fuma y no pasa nada.
Finalmente pongo una imagen de cómo se incrustan las novedades dentro de lo viejo, los aires acondicionados entre los callejonnes antiguos. Todo tienen solución.
Como al final nos han llevado a Belén a una cooperativa que venden regalos, ya es tarde para el país, ya que mañana nos tocan diana a las 6 de la mañana.
Cuelgo esto me voy a planchar la oreja.
Hasta mañana.
Pepeprado
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