Con la que está cayendo, lo que pase fuera
ya ni nos llama la atención. Lo peor es saber que Romario y Bebeto, son senadores y que pueden serlo otros peloteros
de vida no muy ejemplar. Me da yúyu pensar que aquí pueda cundir el ejemplo y
algún lumbreras llegue a algo.
Lo gordo lo tenemos ya aquí, en casa. De
todo, lo más importante es la cantidad de cursillos exprés que nos están inyectando
en vena todas las televisiones del país. Aparte conseguir que todos, presuntamente,
estemos con las carnes abiertas y que miren con desconfianza a cualquier criatura
a la que se le escapen un par de toses a destiempo, en realidad, todo esto es,
cómo es habitual, sólo un ejercicio supremo de hipocresía.
Por un lado, tenemos un exceso de celo que
nos lleva incluso a perseguir al pobre perro de la enfermera, perro que ya
huele a fiambre sin que nadie sepa si el animalito tiene alguna culpa en algo,
y por otra parte, seguimos haciendo ese ejercicio de hipocresía nacional que tanto
gusta ahora.
Ponemos a parir de un burro a ministras, médicos
y a cualquiera que se cruce en el camino, queremos que en los aeropuertos
pongan en cuarentena al que tenga mala cara, sin pensar que es posible es sólo
que el tío es feo de su natural, pero, ¡ay!, como no es políticamente correcto,
nadie se plantea qué lo de las pateras es un coladera de gente que no se sabe
de dónde vienen ni qué condiciones sanitarias traen.
Tengo un profundo respeto por esas pobres
gentes que arriesgan su vida pensando que llegan a este paraíso, pero hay que
reconocer, qué, el riesgo de contagio en ellos es más evidente que en un habitual
de la cadena Jilton o de un crucero de lujo.
Pero, claro, a ver qué político más o menos
progresista se atreve a poner en cuarentena a estas criaturas. Inmediatamente
sería tachado de inhumano, retrogrado y racista. Electoralmente es más rentable
conseguir defenestrar a una ministra, aprovechando que no vale un duro y es torpe
a reventar, que arriesgarse a mentar la soga en casa del ahorcado. Por cierto,
que en el furor de la batalla, se ha dicho de esta última, que “es la peor ministra de Sanidad de la historia”.
Es mala ministra, además tiene mala suerte, pero yo recuerdo a otras ministras
y ministros, (alguna nos cae muy cercana), que ya, ya.
Otra
que se ha lucido es doña Soraya, la superviviente, la otra está perdida, que
defiende sueldazos eternos para jubilados de lujo.
Y
la inJusticia, esa que no consigue meter mano a defraudadores, pero que
aceleradamente ha fusilado laboralmente a un juez que se metió con algún “importante”
(qué por cierto está imputado por los cuatro costados pero nunca hay tiempo
para juzgarlo. También ha empapelado y va a meter en la cárcel al ex alcalde de
Jerez, don Pedro Pacheco, y no nos engañemos, sólo por una frase, por decir que “la
justicia es un cachondeo”. Eso no se le perdona.
En
Málaga, ya detienen a impresentables que traficaban con pornografía infantil.
Ahora, que no haya quién los “comprenda”
y los ponga en la calle en tres días.
Los
sanitarios, aprovechando el rio revuelto actual, vociferan un poquito más.
Un
señor, don Peñarroya, que en principio quiso comprarse una cofradía para su
mayor gloria personal, ahora, cuando en vez de votarlo lo botaron, ha llevado a
juicio a la cofradía y le reclama más de 1,5 millones. Será por destitución
inesperada, un nuevo concepto judicial.
Y
lo último, los medios afectos, ya están coreando la conversión de calle la Victoria.
No hay cómo ser agradecidos.
Foto
de mi plaza, hoy, día de la banderita y me voy.
Hasta
mañana
Pepeprado
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