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viernes, 10 de octubre de 2014

Incompetencia

Cómo vengo de discutir con compañías de telefonía y tele operadoras extorsionadoras, prefiero no pararme a leer periódicos para no ponerme de más mala milk de la que ya tengo. Me dedicaré, pues, a hacer una de esas reflexiones que estás obligado a hacer cuando te aíslas del mundo.
El asunto va de incompetencias y de sus consecuencias. Reconozco que el señor Peter, por más señas don Laurence J., y su principio, tienen más razón que un santo.
Para los que no lo conozcan, don Laurencio habla de la “jerarquiologia”,  y su principio es que “hay una inmensa cantidad de gente que está situada en su nivel de incompetencia”. Para entendernos; mientras se es competente, se va ascendiendo, cuando no se puede con el puesto, o sea, se es incompetente, se queda anclado en ese nivel, en el qué, ya está demostrado, no se es competente.
Hasta aquí, de acuerdo, pero… (ya salió el xodido pero), pasa que don Laurencio era de la Columbia canadiense, posteriormente trasplantado e instalado en los USA. Es decir, que no conocía este seráfico país y sus entresijos directivos.
Él suponía que en todos los trabajos, se va ascendiendo por méritos y por capacidad de trabajo. Por esto, su principio está basado en la meritocracia y en las aptitudes para el puesto. Nunca se le pudo ocurrir, ni imaginar, que un país funcionara en su parte dirigente, basado solo en la digitalización, es decir el señalar con el dedo, en la adulación y en el peloteo hacia el presunto líder. Aquí se asciende en la clase política y en muchas empresas, por eso, por dar coba, ser dúctil y plegarse a lo que haga falta sin decir ni pio; lo de estar preparado es accesorio.
Yo, que sí soy de aquí y conozco el percal, me atrevo a completar el célebre principio con una adenda de mi cosecha, esta; “Y la incompetencia se va derramando hacia abajo”. Es decir, cuando el que está al mando es un incompetente, más pronto o más tarde, terminará contagiando de incompetencia a todo el personal que controle, aceptando que los posibles competentes, al ser críticos y proclives a expresar sus opiniones, serán apartados del esquema por el carismático líder.
Si aceptamos esto, el principio de don Peter y mi adenda, nos resultará más fácil comprender, que no aceptar, el cúmulo de incompetencias, de meteduras de pata, de declaraciones y comunicados esperpénticos y de personajes impresentables que nos rodean y, presuntamente, nos dirigen y administran.
Esto vale tanto para una ministra que está poniendo muy alto el listón de las incompetencias, a pesar de que su ministerio ya sufrió ministros y ministras de reconocida ineptitud y escaso cacumen, que ya empezaron con aquél ministro que hablaba del “bichito que si se caía de la mesa se mataba”, y aquella otra que juró que “se habían acabado las listas de espera”, cómo para aquellos que dejan que cajas de ahorro sean salvadas con dinero público sin que les llamen la atención los movimientos bancarios de sus personajes, o los que (dicen) no ven cómo la pasta de cursos se la reparten unos pocos.
Es también aplicable a esa antigua, y antiguamente sabia, región, a la que un inepto iluminado está lanzando al vacío, mientras su santón de cabecera se llenaba los bolsillos familiares a su costa.
Recapacitemos y veremos qué, siempre, siempre, en la cabeza de todos nuestros líos, hay un dirigente (o dirigenta según las nuevas normas) incompetente que no se conforma con serlo, sino que derrama su falta de sabiduría y de aptitudes entre sus gregarios y los escoge de su propio perfil.
¡Ale, a pensarlo y a ver a qué nivel llegamos!
Hasta mañana

Pepeprado

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