Me
ha llamado la atención esta noticia de por ahí fuera; “EEUU/Comer sin palabras/Un joven dueño del restaurante 'Eat' en
Brooklyn ofrece una cena de cuatro platos en completo silencio, en una ciudad
donde el nivel de ruido de estos lugares es muy alto”. Aparte de que el tío
no se ha quebrado la cabeza con el nombre del establecimiento, el asunto es que
ando algo confuso con esto.
Tras
llegar de mi último paso por ese país, es verdad que son extremadamente comunicativos,
llegando incluso a ser cotillas con las vidas del prójimo, pero a la vez, el
nivel de ruido en los restaurantes españoles o en cualquier sitio donde nos
reunamos, es infinitamente mayor. Es posible que aquí hablemos menos, pero lo
hacemos a voces. Un restaurante es generalmente un sitio donde oyes las
conversaciones de todas las mesas y para los qué, cómo yo, gustamos del silencio
y si es posible acompañado de una buena música a su debido volumen, es un
aburrimiento. No sé, lo estudiaré, opero si a alguien se le ocurre como callarnos,
que me lo diga, me gustan, como decían Simon&Garfunkel, los sonidos del
silencio.
Hablando
del país, una entidad bancaria ha tomado la primera decisión seria sobre el asunto
de las guarrerías políticas; “Bankia prohíbe donaciones a partidos
políticos y organizaciones sindicales”. Por ahí arde el puro.
Las
comunidades andan revueltas, en Galicia van a declarar los padres que presuntamente
tienen algo que ver con la muerte de su hija adoptada; a los catalanes les ha “aconsejado”
el COI que no presente candidatura para los JJOO de Invierno y cómo es natural,
su alcalde le echa la culpa al PP, es decir, lo de siempre; en Castilla, doña
Cospedal va a declarar en el juzgado contra el impresentable de Bárcenas. Bien
y así todas. Cada comunidad arrastrando sus miserias.
Sí
hay una pregunta interesante; “¿Tenemos
los españoles los horarios que nos merecemos?” Aunque parezca baladí, el
asunto tiene su enjundia. Por una decisión política de hace más de 60 años, en
vez de ir con el horario de Londres que es el meridiano que nos corresponde,
andamos con el de Berlín, que era quien entonces mandaba, y actualmente no
llevamos el reloj en hora ni con nuestros hermanos portugueses que están aquí
al lado (lo de ir Por Libre no me viene a mí de casualidad). Lo xodido, es que
ponernos ahora un horario europeo, con levantadas a las 6 de la mañana, y
cierre de negocios a las 5 de la tarde, va a ser dificilillo. Otro problema sin
solución, y van…
En
mí Aquí, volvemos a menear a los santos. Ahora, otra vez los patronos se quedan
sin fiesta y vuelve la del 19 de agosto. ¡Qué cruz, Mariano! que decía el Forges.
Un joven científico malagueño triunfa en Alemania, y aquí, que lo hemos echado,
lo consideramos un éxito. Somos la leche. Final, una perla de mi alcalde; “Francisco de la Torre: «Hay que cuidar la
calle más que el salón de casa»” Eso, y los suelos de las calles para romperse
los tobillos. El salón de mi casa es menos peligroso, don Francisco.
Las
fotos. Despedida de Saint John con gaitero (no es el de la sidra). Un contraluz
de esos que a mí me gustan tanto. La entrada a Bar Harbor, aún es Canadá, una
ciudad que está estratégicamente oculta y no se ve hasta que estas encima de
ella. Casas de una calle que no se parece a ninguna de las nuestras y la panorámica
de rigor, el puerto de Bar Harbor. Y por hoy ya he dado bastante la lata.
Pepeprado
No hay comentarios:
Publicar un comentario