Otro
mes, septiembre, se acaba. Aunque sólo sea por eso, no voy a leer los
periódicos de hoy, es mejor dejarlo atrás con buenas emociones. Y como el fin
de semana ha sido agradable vamos a ello.
El
sábado lo del Mater Dei. Es simpático eso de que a todos los agoreros y a todos
los móviles del mundo, se le chafaran las predicciones. Desde hace un par de
semanas, pronosticaban la mundial para la hora de salida, y al final hizo un
tarde esplendida, incluso con calor menguado. Disfruté, pero especialmente al
ver que Clarita, mi única nieta, es semanasantera a tope. A pesar de no vivir
en el centro, esto del chimpún chimpún y de los tronos en la calle la pone a
cien y lo pasó pìpa.
Como
además estuve con amigos y familia, la cosa no pudo salir mejor, porque lo que
había en la calle lucía que daba gloria, y para que se lo piensen los que se
quieren cargar la Semana Santa, fue una inyección económica, social y turística
para la ciudad. Resumen, todo perfecto.
De
esto no pongo fotos, a pesar de que tengo muchas (el que quiera alguna que me
la pida) porque en todos los medios están mostrando miles de ellas.
Después,
ayer, por la mañana, la Catedral estaba de bote en bote, con Vera Cruz y su
aniversario, y por la tarde… un concierto estupendo.
Nos
fuimos al Cervantes, a un concierto de Sinfoniity, (recomiendo visitarlos en www.sinfonity.es/,)
una orquesta de guitarras eléctricas, que interpreta música clásica. Fue
sencillamente despampapanante. Sonaban fantástico y su puesta en escena, sobria
pero divertida, ayudaba a que el tiempo se te pasara volando. Tocaron de todo,
incluido Mozart, Falla y todo lo que se le puede pedir a una orquesta clásica,
incluido el Amor Brujo y la Danza del Sable (¡ay don Billy Wilder!). Esta es la
clase de espectáculo que se les debería ir enseñando a los niños, llevarlo a
los colegios, y que se diviertan con la música seria. Así se le quitaría a la música
clásica esa extraña aureola de impenetrable, que para muchos la hace desconocida
e impide su acercamiento.
Por lo demás, todo normal.
Así que me quedo con estos recuerdos. Estropearlos con las andanzas de don
Berputoni, ni con los desvaríos de los nuestros, y ¡mucho menos!, con el
castigo de los presupuestos, sería tonto. Eso lo dejo para los economistas, los
titulados y los amateurs, que son esos señores que predicen perfectamente el
futuro cuando este futuro ya es el pasado. Tiene su gracia oír a esta gente, en
radios y teles pronosticando de todo. Después, si tienes buena memoria, ves que
no han acertado ni a los chinos, pero eso sí, con el rostro impenetrable como
Marlon Brando, siguen haciendo predicciones con la misma “seguridad” de
siempre. Por cierto, hay otro estilo de futurólogo de éxito; esos que sólo
hablan de vaguedades y obviedades, que dicen que para crecer lo que hay que hacer
es acabar con el desempleo y cosas así. De cajón, pero no explican cómo acabar
con él ni nada más. Lo dejo, me estoy liando.
Antes, una foto (no es mía)
que demuestra lo espectacularmente bien solada que está mi calle Santa María, esta
es por obra y (des)gracia de doña Sssselia (a mí no se me olvidan estas cosas).
Hasta
mañana
Pepeprado
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