Ayer salió el
resultado del juicio de los puñeteros trajes. Por fin, espero que con esto se
deje de hablar de sastrecillos valientes y de presidentes de figurín. Usando de
esta sentencia, hay hoy cantidad de opiniones por todas partes, en todas las radios,
periódicos y tertulias. En muchas de ellas el argumento principal es el asunto
de que haya sido de un jurado popular. Aprovechando esto y que el Pisuerga pasa
por Valladolid, podríamos pararnos a pensar en eso; en las suspicacias sobre lo
del jurado popular.
Personalmente
creo que aquí no tiene sentido, ya que cuando el resultado no es del gusto del
poder judicial, lo anulan y ya está. Lo han hecho en varias ocasiones arguyendo
cosas peregrinas, generalmente que no se ajustaban las decisiones a derecho o
que no estaban lo suficientemente argumentadas. Es decir, que reconocemos eso
tan fácil de ver y tan triste; los tribunales están para aplicar las leyes, no
para impartir justicia.
Aquí, un inocente
liberado por un jurado popular, puede tener que ir a otro juicio, porque a los
señores togados no les guste la sentencia y lo contrario, se puede poner en libertad
a un condenado en virtud de esa inconsistencia moral.
El principio en el que se basa el jurado popular, es que
este, el jurado, tiene que ser convencido a base de pruebas y argumentos para
emitir un juicio; no se le pide que miren a ver si hay algún artículo rebuscado
del Código para dar un veredicto que convenga. Es también una cortapisa para
este tipo de abogados que basan su trabajo
en buscar epígrafes en los libros gordos pero que lo de convencer a alguien les
viene largo, especialmente porque para eso hay que tener una conciencia clara
sobre lo que se está defendiendo o atacando.
Es por esto por lo que creo que lo del jurado popular fue otra
de esas galletitas que nos dieron como sociedad para tenernos entretenidos, a
sabiendas de que no lo iban a dejar funcionar nunca. Por esto, también, la
sentencia de este caso no tiene la menor importancia, especialmente porque ahora
vendrán los rosarios de impugnaciones y recursos para que la cosa siga
enfollinada. En este juicio, como en casi todos, lo realmente importante es que
el presunto delito, con sus delaciones y sus defensores a ultranza, pasó o pudo
pasar, hace varios años (el otro día se juzgó un acto de terrorismo del 2003,
es decir de hace 9 años) con lo que la Justicia, al no ser inmediata ya ha
dejado de ser justa, pase lo que pase y se sentencie como se sentencie.
Quizás por eso de tocar, o mejor, sólo rozar, los sacrosantos
principios de eso que llaman Justicia, pero que es solo Ley, es por lo que
cuando el nuevo Ministro de la Cosa, ha anunciado algunas medidas para cambiar “algo”,
muchos han puesto el grito en el cielo como si esto fuera una herejía. Los
mismos que permitían que otros ministros fueran de cacerías raras y se gastaran
lo que les pareciera bien del erario público en hacer reformillas, pero que
solo perseguía a los que les decía el gobierno, ahora ponen el grito en el
cielo, con sólo decirles que los políticos van a tener “algo menos” de poder
para “colocar” a los suyos. Triste, muy triste. No tenemos arreglo.
Hasta mañana.
Pepeprado
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