Ni don Alvar Núñez
Cabeza de Vaca, que viajó de Texas a la Florida; ni don Hernando de Soto, el
que descubrió esa Florida; ni Don Ponce de León; ni don Francisco Pizarro, ni
el mismísimo don Hernán Cortés, todos eso que se jugaron el bigote en otros
tiempos, podrían haber imaginado la aventura que es hoy en día circular por calle
de Larios.
Cuando enfilas
este antiguo lugar de paseo y calcetines, sea cual sea la parte de inicio, empiezas
a verte obligado a esquivar estatuas vivientes, músicos de todas las tendencias,
recolectores de óbolos para varias asociaciones más o menos conocidas y tienes
que ser presto de manos para ir recolectando y almacenando todo tipo de
prospectos, panfletos y hojas de inscripción para varias sociedades benéficas, sin
que se te caiga ninguno. En esto lo mismo te invitan a una caña en un bar
cercano, te venden quesos de todo el mundo mundial o el santón de turno, que
parece tener una fijación con su sospecha de que tu tengas problemas sexuales
de forma permanente, y que jura por sus ancestros que te va a curar de todo y te
va a arreglar el patrimonio a ti y a tu descendencia
a través de la meditación… y el donativo pertinente.
También para
colaborar al asunto, hay generalmente un par de parejas de policía local que
miran al mundo desde su atalaya de gente altamente preparada para todo y que a
veces dejan sus motos allí estorbando también, terciadas y prestas a ser montadas
por si ataca el enemigo y la cosa se pone urgente.
No cuento,
porque es estrictamente muy personal, eso que yo llamo las ONGs de uno mismo, esos
amigos y conocidos que te has echado como obligación socorrer en lo mínimo para
el resto de tus días. De estos, tengo un par de ellos propios y alguno que otro
heredado de mi padre y aunque esos sablazos son de poca entidad también cuentan
en el cómputo general.
Con este tipo
de paseo, según mis modestos cálculos, el atrevido que quiera colaborar con
todos, por ejemplo, con un simple eurito para cada uno, necesitaría una pensión
vitalicia de primer orden para poder “quedar bien” con todos ellos. Lo de tomarte
una caña en cada lugar ofertado y comerte los quesos es cosa también peligrosa
para colesteroles y triglicéridos, así que habrá que descartarlos también.
Por esto, y para
evitar que nos miren de forma soslayada y turbia, me atrevería a pedir a la
autoridad competente en la materia, que a los que estamos obligados, por vivir
en el centro, a pasar varias veces al día por Larios y la Plaza, se nos
proveyera de algún tipo de chapa identificativa o de un uniforme de “especie
protegida” que nos permitiera pasar por ahí de un tirón y sin levantar
sospechas de falta de solidaridad. Al fin y al cabo, los que resistimos en el
centro somos cuatro gatos y ya no nos queda ni para montar nuestra propia estructura
tipo ONG callejera donde pedir subvenciones para algo, que es para lo que se
crean estas instituciones.
Como no se cual
es la ventanilla actual para este tipo de lloros, lo pido desde aquí,
especialmente porque voy a obtener la misma contestación que si lo pidiera en papel
de barba, por triplicado y entregado en ventanilla con el recibí; es decir
ninguna. Pero… al menos me quedo más tranquilo.
Hasta mañana.
Pepeprado
No hay comentarios:
Publicar un comentario