Las navidades se han acabado;
para lo bueno y para lo malo. Lo bueno, haber tenido a la familia reunida en
algunas fechas, tener a los amigos a mano y relajar las costumbres, eso sí,
dentro de un orden que ya no está uno para locuras. Lo malo, mejor olvidarlo,
aunque eso sí, pediría menos programas de repaso del año en las teles, que nos
han hecho revivir algunas de las zapateradas pasadas, que quiero olvidar lo antes
posible (si se puede) como ejercicio piadoso para este año.
Lo que sí ha sido importante,
fue echar un vistazo a algunos de los cacharritos a la venta y a su publicidad
inserta. No fui lo bastante previsor como para ir haciendo una lista de las
patadas que se le han metido al lenguaje con estos de los manuales traducidos
directamente del chino cantonés, o del taiwanés profundo, así que esta oportunidad
ya la he perdido. No importa, es otra más y estoy seguro que no la última, ya
veré muchos gazapos más por ahí.
Así a vuelapluma recuerdo un artículo
que era un… “destruidor” de documentos. Puede que el primer documento que el tal
destruidor destruyó fuera el Diccionario de la Lengua. Me quedó la duda de si el
término es también extensivo a los barcos y si los antiguos destructores de la
Armada son ahora destruidores de la misma.
No es esto lo peor que me ha
golpeado la vista, pero algunos de estos atentados he intentado olvidarlos rápidamente
por una cuestión de higiene mental.
No me quiero ni imaginar con
las rebajas, los cartelitos que habrá por ahí, pero siempre serán menos
dolorosos los escritos a mano por personal autóctono, que los manualitos y
prospectos que se incluyen en algunos de los cacharros electrónicos actuales,
traducidos sin anestesia directamente de cualquier lenguaje oriental, pero no
de la parte culta de Oriente, sino de los poblados donde explotan a los
montadores de tecnología.
Conseguir echar a andar
alguno de estos artefactos siguiendo las instrucciones impresas es algo así
como hacer todos los trabajos de Hércules en un fin de semana. Así, que mejor dejar
el tema, porque aun me quedan un par de chirimbolos a los que tengo que echar
un vistazo, instrucciones incluidas y me van a hacer falta todas las energías.
La noche de Reyes, con
cabalgata incluida fue bien y el día posterior, el día de los Reyes real y
verdadero, en su estado natural. Es decir reparto de regalitos y reunión familiar,
con la mala noticia de que estaba equivocado y mi hijo Javier no se iba el día
10, como yo creía, sino hoy mismo, día 7. Que se le va a hacer, ya volverá y
aquí estaremos esperándolo.
Clarita, con tanto follón y
tanto chisme, estuvo algo planchada, pero al final tomó el mando y se hizo con
la situación. Con esto, se acaba esta crónica cercana de esta mis Navidades.
El lunes volveremos a
disfrutar plenamente de este valle de lagrimas en que han convertido al país, y
a preparándonos para los chaparrones que nos van a caer encima.
Hasta mañana.
Pepeprado
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